Semenggoh Wildlife Centre y los «Hombres de la Selva»
Nuestro primer contacto con orangutanes felices- 16 octubre, 2016
- Asia, Malasia, Vuelta al Mundo
- Posted by Candela
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Borneo era naturaleza, flora y fauna a raudales. Hoy es deforestación, aceite de palma y pequeños reductos de vida salvaje. Un paraíso a descubrir antes de que sea demasiado tarde.
Podríamos decir que fueron los orangutanes los que de primeras nos hicieron venir a Borneo. Después encontramos muchas más excusas, claro, pero la excursión al Semenggoh Wildlife Centre nos hacía especial ilusión.
El Semenggoh Wildlife Centre es una Reserva Natural de 650 hectáreas en la que, desde 1975, diferentes especies de animales y plantas son protegidas de la mano del hombre. La estrella de este centro es, sin lugar a dudas, el orang utan, «el hombre de la selva», el primate arbóreo más grande del planeta y también uno de los más afectados por la tala indiscriminada de la selva de Borneo.

En este centro podemos encontrar orangutanes que necesitaron ser rehabilitados para volver a vivir en libertad, ya fuera porque fueron rescatados de su cautiverio, estuvieran heridos por cazadores e incluso porque fueran huérfanos que no sabían cómo manejarse por sí mismos en la selva. Al menos esa era la idea inicial del proyecto ya que, hoy en día, estos primeros especímenes se han ido reproduciendo y hoy la familia cuenta con 28 miembros gracias al nacimiento del último de ellos hace apenas una semana.
En Semenggoh los orangutanes se encuentran en estado de semi libertad, es decir, campan a sus anchas dentro de los límites del parque. ¿Podrían irse? Por supuesto. ¿Por qué no lo hacen? Pues porque dos veces al día en el parque se les ofrece comida. A veces les hace falta y recurren a ella, otras veces, cuando abunda la fruta en la selva, apenas se les ve el pelo.

¿Cómo viven los orangutanes?
Cada manada de orangutanes cuenta con un rey, en plan macho alfa, con varias hembras formando su harén. Son muy territoriales y tienen tendencia a luchar contra los otros machos del grupo para dejar claro quién es el jefe. Dado el tamaño que tienen necesitan mucho espacio para moverse y alimentarse por lo que habitualmente estos grupos son pequeños. En Semenggoh, con sus 28 habitantes, se considera que existe una sobrepoblación para el tamaño del área protegida. Este es uno de los motivos por los que es fácil verlos en los comederos.
Cada orangután puede vivir hasta los 50 años, al menos en cautividad, y no alcanza la madurez sexual hasta pasados los 15 años. Cada hembra tiende a tener una cría cada 7 u 8 años, ¡imaginaos lo difícil que es renovar así la especie!
Viven siempre en los árboles, sin apenas tocar el suelo, con una capacidad maravillosa para columpiarse de rama en rama.

Nuestra visita
Tras una caminata de 15 minutos desde la entrada al parque se llega al Centro de Visitantes, donde un simpático árbol genealógico cuenta las vivencias de los orangutanes que lo habitan. Allí te enteras de quienes fueron los primeros en llegar, de quien le tira los trastos a quien y de cuales son las consecuencias de intentar hacerle competencia al macho alfa. Antes incluso de conocerlos ya se les coge cariño.

Un par de veces al día, a las 9 y a las 15h, los guardaparques colocan alimentos (plátanos, cocos) en unas plataformas de madera sobre las que sobrevuelan varias cuerdas, no sin antes dar una charla sobre seguridad y comportamiento a seguir en caso de que los orangutanes aparezcan. Es este el momento en el que los visitantes estamos invitados a maravillarnos con la visita de estos impresionantes mamíferos que se columpian entre los árboles mientras sacian su apetito ante los atónitos ojos de los que allí estamos.
Por supuesto, al no tratarse de un zoológico, el espectáculo no está asegurado, puede ser que en ese momento haya suficiente fruta en el bosque como para que los orangutanes no aparezcan por los comederos. Es por eso que cada ruido de los walkies de los guardaparques nos tiene a todos en vilo esperando la ansiada señal, ¡¿se estarán acercando?!

Nosotros fuimos dos veces, una tarde y a la mañana siguiente. El primer día mientras nos acercábamos al centro de visitantes nos cayó una tromba de agua enorme, dejándonos con toda la pena porque asumimos que ningún orangután estaría tan hambriento como para soportar ese aguacero. Afortunadamente una mamá y su orangutancito se apiadaron de nosotros y se pasearon elegantemente bajo la lluvia para dejarnos sin palabras.
Como nos quedamos con ganas de más, repetimos a la mañana siguiente. Y tuvimos pleno. 6 orangutanes se contonearon frente a nosotros de rama en rama, incluyendo un macho, varias hembras y el bebé de apenas una semana. Ver esa cosa tan pequeña agarrada al rojo pelaje de su madre mientras ésta saltaba de rama en rama nos dejó prendados, ver cómo esa misma hembra le hacía carantoñas a su hijo nos enamoró del todo.

Peeeero… este cuento tiene un final horrible. Aunque existen algunos parques naturales y se promueve la protección de estos animales, la realidad es mucho más cruda: los orangutanes no tienen donde vivir porque su hábitat natural, la selva, se está convirtiendo en unas inmensas plantaciones de palmas de las que sacar aceite. La isla de Borneo era una jungla enorme y ahora apenas quedan unas esquinitas protegidas. Una pena enorme asumir que a estos animales les queda poco tiempo de vida si la econonomía de estos países (Malasia e Indonesia) no cambia radicalmente y se dedica a la protección de su bien más preciado, la naturaleza.

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