Basecamp Bartola: Vida en comunidad

3 días y 2 noches en el bosque húmedo tropical
El campamento base a orillas del río Bartola

El Basecamp Bartola es el ejemplo perfecto de turismo autosostenible y responsable, donde una pequeña comunidad local vive de compartir su vida sin intermediarios.

Una de las mejores inmersiones en la naturaleza que se puede hacer en Nicaragua es adentrándose en el Río San Juan. En nuestro paso por el Proyecto Carey nuestro amigo David nos hizo una recomendación muy especial “Si vais al Río San Juan no dejéis de visitar el proyecto ‘Basecamp Bartola’ que lleva una comunidad de allí”.

Y así hicimos, llegamos a San Carlos en bus desde Managua y desde ahí, donde comienza el desaguadero del Lago Nicaragua, bajamos en lancha por el río hasta el pueblito de El Castillo. La historia de esta pequeña localidad sorprende, pues en él los españoles construyeron una fortaleza entre 1673 y 1675 para frenar el avance de los piratas ingleses que subían desde el Caribe, y es que en el Río San Juan se podrían inspirar muchas películas a cañonazo limpio.

El Castillo guarda historias de conquistadores, piratas y rutas interoceánicas

El secreto del Basecamp Bartola

El Basecamp Bartola no es fácil de encontrar, y eso que tienen Facebook e email. Al llegar a El Castillo preguntamos en la oficina de turismo y nos remitieron a un par de hoteles donde nos podían informar. Uno de ellos era el Nena Lodge, donde conseguimos coordinar la visita al Basecamp y además aprovechamos para pasar la primera noche.

Remontando el río Bartola, un afluente del San Juan, se encuentra una comunidad local de 26 familias que ha apostado por un sistema de ecoturismo sostenible que le está dando muy buen resultado. Organizados como la cooperativa Sol y Luna ofrecen una experiencia única para el visitante, pues además de permitir vivir unos días en medio del bosque, durmiendo en tiendas de campaña perfectamente acondicionadas, ofrecen una serie de actividades que combinan naturaleza y vida local entre las que puedes elegir las que más te gusten.

La subida en cayuco por el río Bartola

Los miembros de la cooperativa, es decir, los vecinos de la comunidad, se reparten las tareas durante la visita de los viajeros y los ingresos van a parar directamente a ellos, sin intermediarios. Unos son transportistas, otros son guías, otros ofrecen sus caballos, otras hacen talleres en sus casas, otras son cocineras… y así hasta ofrecer el mejor servicio.

El Basecamp se encuentra junto a la Reserva Natural Indio Maíz, por lo que le asegura una biodiversidad espectacular en pleno bosque tropical húmedo (y tan húmedo, que a nosotros nos pilló en época de lluvia y cae agua a cada rato).

Allá donde mires desde el campamento... sólo verás verde

Patas Arriba en el Basecamp Bartola

Nos recogen en la unión del río Bartola con el San Juan. Allí nos esperan los transportistas del Basecamp con un bote de madera largo bien estrecho, donde Candela y yo nos sentamos uno tras el otro, mientras que dos palanqueros hacen subir el bote aguas arriba empujando sobre largos palos que clavan en el fondo del río. “Tranquilos, aunque el río está crecido si nos caemos hacemos pie”, y yo ya me imaginaba con la mochila sobre la cabeza para salvar la cámara de fotos… Aquello era la inestabilidad hecha cayuco.

Más de una hora subiendo el río hasta llegar al campamento. Allí nos recibe Alejandro, quien nos explica el funcionamiento del campamento y nos presenta a Pilar, la que sería nuestra guía, y a Guillermina, nuestra cocinera. Como íbamos a estar dos noches podíamos elegir cuatro actividades, por lo que nos apuntamos a hacer chocolate, a una caminata nocturna, a una caminata más larga durante la mañana y a aprender a hacer tortilllas y queso (cuajada). También podríamos haber escogido ir a pescar, pero la gastronomía a nosotros nos tira mucho…

Aprendemos a hacer chocolate desde cero con Guadalupe y su hijo Juancito

Empezamos por el chocolate. Para ir hasta casa de Guadalupe, quien nos enseñará cómo hacerlo, nos lleva media hora a caballo. El terreno es difícil y está enfangadísimo por lo que es mejor ir sobre cuatro patas. Allí hacemos chocolate, desde empezar a tostar los granos hasta que nos lo bebemos y nos lo comemos, pero esta experiencia os la cuenta mejor Candela en su post del cacao y Juancito.

La otra experiencia comestible consistió en hacer tortillas de maíz y comérselas con cuajada salada. Molemos los granos de maíz ya hervidos (¡con ceniza!), echamos agua y tenemos una pasta a la que damos forna de tortas y las hacemos sobre la plancha en el fuego de leña. La cuajada se obtiene de cortar la leche de vaca con una pastilla mágica, se saca la cuajada y se le añade sal. La ponemos sobre la tortilla de maíz recién hecha, la enrollamos y… ¡Ñam! ¡Ñam! ¡A comer!

En el Basecamp Bartola la frondosidad de su naturaleza es apabullante, pero sin duda las experiencias con los miembros de su comunidad son aún más enriquecedoras.

No para de llover y con semejante barrizal... ¡A caballo mucho mejor!

Naturaleza en su máximo esplendor

Nos gustan los árboles, las plantas, los animales y toda clase de bicho, qué le vamos a hacer, así que quisimos hacer dos caminatas por el bosque, una en la noche y otra en la mañana.

Las expectativas eran altas y quizá por eso nos dio la sensación de que no tuvimos mucha suerte ¿Quizá por ser época de lluvias? Pero la realidad es que vimos tortugas de río, sábalos reales gigantes saltando del agua, varios martín pescador, un par de basiliscos, sapos, ranas venenosas rojas y azules, las famosas hormigas bala, una serpiente terciopelo (mortal), alguna tarántula, cientos de mariposas, monos aulladores, tucanes, lapas rojas, pericos, oropéndolas, pájaros saltaribes, colibrís y muchos otros pájaros cuyos nombres no hemos sido capaces de retener. No está nada nada mal… ¡pero siempre queremos más! 😉

Sus colores significan "peligro, no tocar", y es que esta ranita de 2,5 cm es muy venenosa

Pero uno de los encantos del Basecamp del río Bartola es simplemente contemplar tu alrededor dejando el tiempo pasar. Y aquí estoy, tumbado en una hamaca mientras escribo esto, distraído por los colibrís que buscan las flores que tengo a mi izquierda, a la vez que levanto la vista de vez en cuando para contemplar los árboles que tengo frente a mi, repletos de monos congos aulladores y pájaros de todos los colores, y con la cámara preparada por si se me pone un tucán a tiro. Y todo bajo una espesa lluvia tropical, cómo no.

ALGUNAS FOTOS

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